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¿Es este el rocódromo más futurista y humano de Madrid? UADIBLOC es amor, fuerza y vértigo en vertical
UADIBLOC me sonó, la primera vez que lo escuché, a conjuro, a hechizo milenario. Como una palabra inventada en algún dialecto marciano para abrir compuertas secretas. Pero cuando crucé por primera vez la entrada de ese lugar, en pleno corazón de Madrid, supe que más que un conjuro, era una llamada. A escalar, sí. A sudar. A colgarse del techo con las manos hechas polvo y el ego machacado. Pero también a escuchar, a observar, a respirar. A formar parte de algo que no se puede explicar con un simple “es un rocódromo”. Porque UADIBLOC es cuerpo, es mente y es comunidad.
Lo primero que me atrapó fue el silencio. Ese silencio especial que solo aparece cuando muchas personas respiran al mismo tiempo, con intención, en medio de una clase de Hatha Vinyasa. Así empezó mi relación con las clases de yoga en Uadibloc, un oasis inesperado en el centro de Madrid donde se estira el cuerpo y se aquieta el alma. No llegué allí buscando paz, la verdad; lo que quería era un poco de movimiento, algo que me sacudiera el cuerpo después de tantas horas frente al portátil. Pero lo que encontré fue otra cosa. Un universo vertical que te atrapa sin gritar, un rocódromo en Madrid que no se parece a ningún otro.
Lo descubrí por casualidad —como casi todo lo importante— y acabé apuntándome también a sus clases de escalada, sin saber que allí no solo se escala con los dedos, también con el carácter. Desde entonces, cada visita es un viaje. Y entre subidas, caídas, té de hibisco en la terraza y conversaciones que empiezan con “¿te ayudo con el beta?”, terminé incluso curioseando por su tienda de escalada, porque no hay nada más humano que querer formar parte del lugar que te transforma.

En una ciudad donde todo se mueve deprisa y sin mirar al de al lado, encontrar un lugar que te dice “detente, súbete, respira, conéctate”, suena casi a insubordinación. Y sin embargo, eso es lo que pasa aquí cada día. Aunque al principio no lo notes. La primera vez solo ves gente colgando de muros imposibles, con los dedos blancos de magnesio y la mirada fija en un objetivo de colores chillones. Pero si te quedas un poco más, si te tomas un té en la terraza, si asistes a una clase de yoga o a una sesión de acondicionamiento físico, lo entiendes: este sitio no es solo un centro de escalada. Es una pequeña ciudad vertical donde se cultivan músculos, pero también vínculos.
Escalar en Madrid ya no es solo subir, es también mirar hacia dentro
Podría hablarte de las instalaciones, claro. De sus dos salas de bloque que huelen a goma, tiza y reto. Del muro de vías con autoaseguradores que da vértigo y ganas al mismo tiempo. Del kilter board, esa maravilla tecnológica que parece sacada de una película de ciencia ficción y que transforma el entrenamiento en un videojuego corporal. Pero eso lo puedes ver en su web, en sus redes, o mejor aún, en persona. Lo que no se ve tan fácil es lo que ocurre en la mente mientras trepas.
Porque escalar en UADIBLOC no es solo una cuestión física. Cada bloque, cada vía, cada agarre escondido en una esquina de la pared es una conversación contigo mismo. ¿Hasta dónde llegas? ¿Qué haces cuando caes? ¿Sigues? ¿Te frustras? ¿Te ríes? No hay dos escaladas iguales. A veces subes como un gato ágil, otras veces como un pato mareado. Pero siempre, siempre, aprendes algo. No solo de técnica, sino de ti.
“Cada caída es un aplauso secreto del muro, que te dice: inténtalo de nuevo”
Y cuando terminas, cuando te dejas caer sobre la colchoneta, jadeando, sudado y satisfecho, entiendes por qué este deporte engancha. Porque es una especie de meditación activa. Te obliga a estar presente. No hay espacio para divagar ni para el drama. Solo tú, la pared y esa especie de poesía muscular que ocurre cuando todo fluye.
El yoga no es un extra, es el otro lado de la cuerda
Y si después de escalar te duele el alma (y la espalda), hay algo mejor que una buena clase de yoga. UADIBLOC lo sabe y lo ofrece con sabiduría. Hatha y Vinyasa. Respiración y movimiento. Cuerpo y pausa. Las sesiones aquí no son para posturear en Instagram ni para volverse contorsionista del Circo del Sol. Son para reencontrarte contigo después de haberte enfrentado al muro, para estirar lo que has contraído, para calmar la mente que gritaba mientras subías.
Me encontré un día en la sala, rodeado de personas en silencio, respirando al unísono, con el sudor aún fresco del muro en la piel. Y entendí algo que antes no veía: el yoga y la escalada no son opuestos, sino reflejos. Uno te lanza hacia arriba, el otro te lleva hacia dentro. Y ambos te muestran lo mismo: tus límites, tus resistencias, y también tu fuerza.
“Subir es vencer al miedo. Respirar es abrazarlo”
Aquí se suda, pero también se abraza
Lo que realmente diferencia a UADIBLOC de otros centros de entrenamiento no está solo en su tecnología ni en sus instalaciones de última generación. Está en la forma en la que te recibe y te integra. Puedes venir sin conocer a nadie y salir con una pandilla improvisada que te anima en cada intento, que celebra tu primer top como si fuera el Everest.
La comunidad aquí es real, no una palabra de marketing. Y eso se nota. En el mural de arte que cambia cada cierto tiempo, en las charlas que se organizan en su aula polivalente, en las risas que suenan desde la terraza mientras unos se quitan los gatos y otros planifican rutas para el finde.
Y por si eso fuera poco, ahora están montando grupos de fitness específicos para escaladores. ¿El objetivo? Potenciar esas zonas del cuerpo que te harán volar sobre la pared, pero también crear un entrenamiento completo, que fortalezca sin destruir. Porque aquí no se trata de machacarse, sino de afilar el instrumento que es tu cuerpo para tocar con él la música vertical.
Lo retro no muere, solo se reinventa en las alturas
Hay algo profundamente nostálgico en escalar. Algo que conecta con la infancia, con los árboles, con los muros de piedra que trepábamos sin permiso. Y al mismo tiempo, hay algo absolutamente futurista en hacerlo dentro de un espacio como este, con tecnología de vanguardia y diseño estético que parece sacado de un catálogo escandinavo con alma castiza.
UADIBLOC es retro y futurista al mismo tiempo. Y si miras bien, en su decoración, en sus colores, en su iluminación suave pero decidida, hay ecos de los años 60, de los 80, de los orígenes del deporte moderno. Pero también hay pantallas, sensores y estructuras modulares que parecen venidas del mañana.
Y en medio de todo eso, tú. Subiendo. Respirando. Conectando.
“Quien no sube, no ve. Quien no cae, no aprende.”
Malasaña y la verticalidad como estilo de vida
No es casualidad que este refugio de energía esté ubicado en Malasaña, ese barrio que nunca termina de definirse del todo porque siempre está mutando. Aquí, a un paso de Plaza de España y San Bernardo, entre bares de autor, tiendas vintage y tatuadores filosóficos, UADIBLOC encaja como una pieza más del puzzle urbano que mezcla tradición y vanguardia, locura y equilibrio.
Venir aquí es tan fácil como tomar el metro, pero quedarse… quedarse es otro tema. Porque este sitio engancha. No solo por lo que haces, sino por lo que te hace.
¿Y si escalar fuera solo la excusa?
Quizá todo esto de los muros, las presas, el yoga, los autoaseguradores y las clases de fitness sea solo una excusa. Una excusa para reunirnos, para volver al cuerpo, para salir de la pantalla y mirar a los ojos. Para respirar con otros. Para caer y levantarse con testigos.
UADIBLOC no es solo un lugar, es una forma de vivir con los pies en la pared y la cabeza en paz.
La próxima vez que pienses en escalar, piensa en esto: ¿y si no se tratara solo de llegar arriba? ¿Y si lo importante fuera todo lo que pasa entre el primer agarre y el último suspiro en la colchoneta?