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¿Y si el FUTURO urbano fuera solo un espejismo gigante? THE LINE es real pero también profundamente irreal
THE LINE no es una ciudad. Es una promesa con forma de cuchilla, una fantasía vertical lanzada al desierto como si los jeques soñaran con cortar la historia en dos. ✨ Un filo de espejos de 500 metros de alto que se extiende, recto como un dogma, por 170 kilómetros. THE LINE, dicen, será el principio del fin de nuestras ciudades caóticas. O su caricatura más extravagante.
Cuando leí por primera vez sobre este megaproyecto de Arabia Saudí, me froté los ojos como quien encuentra un palacio de cristal en mitad del Sahara. Decían que tendría trenes a 512 km/h, energía 100% renovable, un urbanismo de «gravedad cero» y una densidad que haría temblar a cualquier hormiguero humano: 260.000 personas por kilómetro cuadrado, frente a las ya imposibles 44.000 de Manila. Una ciudad sin coches, sin calles como las conocemos, sin cielo abierto más allá de dos paredes infinitas de vidrio.
Pero también sin certezas.
El espejismo lineal que quería rehacer el mundo
Lo llaman «la civilización del mañana», y quizás tienen razón. Porque el futuro tiene algo de megalomanía. THE LINE no se contenta con cambiar la forma en la que vivimos: pretende abolirla y rehacerla desde cero, como si todas las ciudades anteriores fueran errores en un boceto divino. Diseñada en un principio por el estudio Morphosis —que luego, dicho sea de paso, abandonó el barco con discreción—, la estructura promete una ciudad autosuficiente, vertical, eficiente hasta el delirio.
Imaginen un bloque de acero y cristal que refleja el sol del desierto y encierra dentro nueve millones de personas en apenas 34 kilómetros cuadrados. Un solo trazo de arquitectura extrema, donde la movilidad se resuelve con trenes bala, el agua viene de tecnologías aún por probar y la basura se disuelve mágicamente en procesos automatizados que no terminan de explicarse. Pero también, un lugar donde el aire se filtra, el sol apenas entra y la naturaleza queda fuera del espejo.
«Una utopía sin ventanas se parece mucho a una cárcel de lujo»
Arquitectura contra la lógica… y contra la tierra
A nivel técnico, THE LINE es una pesadilla disfrazada de ciencia ficción. Levantarse en medio del desierto no es una hazaña de diseño, sino de ingeniería suicida. ¿Cómo estabilizar una estructura de 500 metros de altura en una zona sísmica? ¿Cómo abastecer de agua a millones de personas en un entorno donde hasta los camellos tienen sed? ¿Cómo gestionar los residuos sin colapsar la belleza prístina de ese paisaje que tanto quieren maquillar?
Pero también: ¿Cómo evitar que las aves migratorias se estrellen contra sus paredes espejadas, confundidas por el reflejo del cielo?
Los críticos han hablado alto. La huella de carbono de su construcción, el uso intensivo de acero y vidrio, las cifras económicas que se inflan como globos de helio —de 500.000 millones a 1.5 billones de dólares— y, sobre todo, el hecho de que la fase inicial se haya reducido a 2.4 kilómetros y postergado hasta 2034, hacen pensar que estamos más ante un símbolo que ante una realidad.
Un símbolo, sí. Pero también un espejo.
Origen: THE LINE – NEOM: La Ciudad Futurista De Arabia Saudí
El reflejo de un reino en plena reinvención
THE LINE es el emblema perfecto de una Arabia Saudí que quiere desprenderse de su sombra petrolera. Es la joya de la corona de la Visión 2030, ese plan nacional para rediseñar el país como si fuera una empresa de lujo: resorts como Sindalah, empleos para 460.000 personas, apertura al turismo internacional, zonas especiales para atraer talento global.
Pero también es el escenario ideal para una coreografía geopolítica, donde la arquitectura se convierte en arma de seducción y propaganda. ¿Qué mejor que una ciudad-flecha para apuntar al futuro? ¿Qué más magnético que vender sostenibilidad con fachadas espejadas?
Aunque claro, «cuando todo brilla, cuesta ver las grietas».
La ética perdida en el desierto
Hay algo profundamente inquietante en la manera en que algunos megaproyectos se presentan como salvación. THE LINE no solo ignora el contexto físico en el que se implanta; ignora también muchas de las lecciones humanas del urbanismo real. Morphosis y otros estudios como Adjaye Associates se bajaron del proyecto, no sin antes denunciar lo que algunos llaman “delirio mutuo”: un estado compartido entre arquitectos y altos ejecutivos que permite justificar cualquier exceso con la excusa del futuro.
Y en ese delirio, los sobrecostos se ocultan, las dudas se maquillan, y lo que podría haber sido una gran idea se convierte en una especie de “greenwashing” de lujo, donde las buenas intenciones se evaporan como el agua en el desierto.
“No toda línea recta lleva al progreso”
Dicen que los espejos duplican lo que ya existe. En ese sentido, THE LINE no es el futuro. Es el presente llevado al extremo. Es nuestra obsesión por el control, por la eficiencia, por la imagen, por la velocidad. Es la ciudad como producto. Pero también es la ciudad sin alma. Sin espontaneidad. Sin parques donde perderse ni esquinas que descubrir.
Lo más preocupante, quizás, no es que sea inviable. Es que aunque lo logren construir, puede que ya hayamos perdido algo esencial por el camino.
“El hombre moderno camina deprisa porque ha perdido su camino” (Gilbert K. Chesterton)
¿Espejismo o manual de instrucciones del futuro?
El debate sobre THE LINE no es solo técnico o económico. Es filosófico. Nos obliga a preguntarnos qué queremos preservar en nuestra forma de vivir. Si el contacto con la tierra. Si la relación con el entorno. Si la posibilidad de no saber qué hay más allá de la siguiente esquina.
Porque un mundo sin sorpresas, sin plazas soleadas ni olor a pan recién hecho, será muy eficiente… pero no será humano.
“El futuro necesita raíces, no solo rascacielos”
[…] en la vida urbana actual y arrojará luz sobre formas de vida alternativas. La idea es que The Line funcione al 100% con energía renovable, lo que probablemente será posible gracias a la energía […]