CONTENIDOS
Retrofuturismo espacial: cohetes cromados y futuro soñado. Cuando la ciencia ficción clásica dicta el diseño real
Estamos en septiembre de 2025, en un mundo donde el retrofuturismo espacial ha dejado de ser simple estética de cómic para convertirse en parte del imaginario real de la exploración. Miro una ilustración de astronautas enfundados en trajes metálicos, brillantes, sin logos, y siento que viajo directamente a ese “pasado futuro” de los años 50, cuando la humanidad aún no había salido del planeta, pero ya se retrataba conquistando la galaxia con cohetes cromados y cápsulas redondeadas como autos de lujo. Esa mezcla de ingenuidad y ambición sigue intacta. Y es lo que me fascina.
Lo poderoso de esta estética es que, más allá de lo decorativo, plantea un futuro diseñado con el corazón. Un futuro en el que el brillo metálico de un traje o el perfil fusiforme de un cohete son declaraciones de intención: queremos soñar, pero también queremos hacerlo con estilo. Y aunque parezca un juego visual, la realidad es que hoy ingenieros, astronautas y arquitectos espaciales miran de reojo a esa herencia estética de la ciencia ficción clásica para vestir de épica la pura ingeniería.
Trajes metálicos: de viñeta pulp a la Luna
Hace tiempo, en los cómics de ciencia ficción clásica, los astronautas aparecían enfundados en trajes plateados, como si fueran héroes de feria espacial. Nadie se preocupaba por juntas, movilidad o presión atmosférica: lo importante era que brillaran bajo los focos de la viñeta.
![]()
Hoy, esa fantasía se materializa con un equilibrio delicado entre espectáculo y utilidad. Axiom Space presentó su traje lunar AxEMU con un cover diseñado por Esther Marquis, figurinista de For All Mankind. El gesto no es casual: vestir un traje lunar con estética televisiva es reconocer que la memoria cultural pesa tanto como la ingeniería. En misión real, el traje será blanco —necesario para reflejar calor—, pero el prototipo de exhibición juega a evocarnos esa iconografía retro.
Lo mismo ocurrió con SpaceX, que contrató a José Fernández, diseñador de vestuario de superhéroes, para crear sus pressure suits de Crew Dragon. Elon Musk lo explicó a su manera: antes de ser ingeniería de vuelo, el traje debía verse icónico, casi como un smoking orbital. Solo después, los ingenieros ajustaron costuras y válvulas para que cumpliera con la seguridad.
“Un traje espacial no solo debe salvarte la vida, debe hacerte sentir como si ya fueras parte del futuro.”
El futuro imaginado en 1960 sigue pareciendo más moderno que el presente
Ese es el verdadero legado del retrofuturismo: convencernos de que soñar es tan importante como sobrevivir.
Cohetes vintage en acero inoxidable
Cuando imagino cohetes vintage, veo acero pulido, fuselajes lisos y superficies que reflejan la luz como espejos. Y entonces aparece Starship de SpaceX, encarnando esa estética con descaro y razones muy concretas.
El cuerpo y el booster están construidos en acero inoxidable de la serie 300, un material que recuerda inevitablemente al Atlas de los años 50, pero que hoy se justifica con datos fríos: resistencia a temperaturas extremas, coste más bajo que la fibra de carbono y la posibilidad de ensayar innovaciones como la refrigeración transpirante de su escudo térmico. Microperforaciones que parecen sacadas de una novela pulp, pero que están ahí para permitir reentradas más seguras.
“Los cohetes de acero inoxidable parecen sacados de un museo… hasta que despegan de verdad.”
Lo interesante es que lo retro ya no es homenaje gratuito: es función. El brillo cromado del fuselaje no solo despierta nostalgia, también refracta calor y abarata manufactura. La estética se convierte en argumento de ingeniería.
Tecnologías que parecían magia y hoy funcionan
El retrofuturismo espacial dibujaba motores imposibles: haces de energía azul, reactores atómicos en miniatura, naves que flotaban silenciosas hacia otros mundos. Y resulta que varias de esas fantasías hoy existen.
La propulsión iónica es el mejor ejemplo. En los 50 era un concepto de laboratorio que parecía más magia que ciencia. Hoy, la NASA la probó en Deep Space 1 y la convirtió en músculo real con la misión Dawn, que orbitó Vesta y Ceres con un empuje constante de iones de xenón. Ese motor, tan débil como una brisa, acumuló kilómetros por segundo durante miles de horas. Ciencia ficción transformada en rutina de misión.
El legado secreto de la ciencia ficción retro que aún nos persigue
La otra joya vintage es la propulsión nuclear térmica. En la era atómica se soñaba con reactores que calentarían hidrógeno para lanzarnos a Marte. El proyecto NERVA quedó archivado, pero ahora renace bajo el nombre DRACO, en manos de NASA y DARPA. El plan es probar un motor en vuelo en 2027. La promesa: reducir la duración de un viaje marciano y multiplicar la eficiencia. El atompunk, reeditado con logos oficiales.
“El futuro pasado nos enseñó a soñar; el futuro presente nos está enseñando a calcular.”
Por qué persiste la estética retrofuturista
La respuesta es simple: porque funciona como relato. La exploración espacial no se financia solo con cálculos y PowerPoints; necesita épica. Y el retrofuturismo espacial ofrece un lenguaje visual universal: héroes en trajes metálicos, cohetes que brillan como cuchillas, horizontes llenos de humo y fuego.
Axiom Space lo entendió al convocar a una diseñadora de vestuario para su traje. SpaceX lo asumió al pedirle a un creador de superhéroes que dibujara sus pressure suits. El público conecta más rápido con un héroe que con un ingeniero. Y en la era de los lanzamientos retransmitidos en streaming, cada detalle cuenta.
“La estética retrofuturista no es nostalgia: es marketing emocional al servicio de la técnica.”
El legado del cine y los cohetes en pantalla
Si hay una película que cristaliza el viaje al espacio del pasado futuro, esa es Forbidden Planet (1956). Allí están todos los ingredientes: sets monumentales, consolas iluminadas, robots carismáticos, naves elegantes con superficies limpias. Esa estética no solo alimentó la imaginación de generaciones; también dictó la gramática visual de la exploración espacial.
Hoy, cuando vemos un render de un módulo lunar o el interior de Crew Dragon, reconocemos la huella: pasarelas infinitas, cabinas iluminadas, cascos lisos. El cine escribió el manual de estilo, y la ingeniería lo sigue consultando.
Cuando lo retro se convierte en real
Los lanzamientos espaciales retro son, en realidad, una fusión de estética y función. El AxEMU con su cover negro y naranja no es solo atrezzo: debajo late un traje EVA real para polvo lunar, movilidad y ciencia. Starship brilla como un misil de cómic, pero su acero inoxidable cumple con requisitos térmicos y económicos que justifican su presencia.
“En el espacio, lo bello y lo útil pueden ser la misma cosa.”
Ese es el corazón del retrofuturismo espacial: demostrar que el brillo metálico no es solo marketing, sino también eficiencia.
Exploración intergaláctica: del dibujo a la misión
El retrofuturismo hablaba de exploración intergaláctica como si fuera inminente. Naves con alas cromadas cruzando nebulosas en silencio. Hoy, la realidad avanza a paso firme: motores iónicos que convierten una brisa en kilómetros por segundo, reactores nucleares que prometen recortar viajes interplanetarios.
No es casualidad que los renders modernos de estas tecnologías mantengan un aire vintage. La estética ayuda a legitimar la innovación: si algo parece salido de una portada pulp, el público lo reconoce como “futuro”. Y, curiosamente, muchas veces lo es.
Mirada al mañana con guiño vintage
Miro hacia adelante y veo una industria que ya no teme parecer salida de un cómic de los años 50. Porque sabe que traducir esa estética en ventaja técnica es posible. Trenes de acero inoxidable que brillan al sol texano, trajes que parecen tuxedos orbitales pero funcionan en el polvo lunar, motores nucleares que recuperan ideas atómicas con madurez moderna.
Johnny Zuri lo diría sin rodeos:
“Lo retrofuturista nos recuerda que el futuro no tiene por qué ser gris. Puede ser brillante, cromado y con un toque de ingenuidad.”
La gran pregunta queda abierta: ¿hasta dónde llegará esta alianza entre estética y técnica? ¿Veremos colonias marcianas que parezcan sets de Forbidden Planet? ¿O llegará el día en que los ingenieros prefieran naves sin guiños nostálgicos, solo pura función?
El cielo se llena de lanzamientos que parecen soñados hace setenta años. Y lo cierto es que, en cada destello cromado, seguimos viendo reflejado algo más que un cohete: vemos la persistencia del sueño humano.