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¿Cómo Giambattista Valli convierte la flor en futuro?
Una crónica sobre el barroquismo reinventado y la moda que se atreve a desafiar al minimalismo
Giambattista Valli Haute Couture N24: Una visión futurista del estilo relajado.
Estamos en septiembre de 2025, en París, en medio del ruido de una temporada que parece repetir siempre los mismos tonos grises. Entre tanta austeridad disfrazada de lujo, aparece Giambattista Valli con su ya clásico estallido floral. No es simplemente un desfile: es un golpe de teatro, un recordatorio de que la moda también puede ser exceso, delirio y carcajada. Valli vuelve a demostrar que las flores no se marchitan nunca, que pueden ser barroco, “retro” o futuristas según el gesto con que se borda un pétalo. 🌺
Y mientras lo observo, me pregunto: ¿cómo consigue este creador mantener vivo el pulso entre la nostalgia y la promesa del mañana sin naufragar en la parodia?
Por qué el barroquismo de Giambattista Valli aún sorprende
Un viaje entre el XVII, los años 50 y un guiño retro inesperado
Hace tiempo entendí que Giambattista Valli no diseña ropa, sino escenas. En su Otoño-Invierno 2025/26 juega con dos tiempos en apariencia incompatibles: el siglo XVII más exuberante y la sobriedad sofisticada de los años 50. En la pasarela, las colas interminables se retuercen como lianas teatrales, mientras los estampados holográficos de flores parecen escapar de un cómic retrofuturista.
Nada de nostalgia vacía. Los bordados hiperrealistas crean un relieve tan radical que el tejido se vuelve escultura. Es un desafío directo a esa corriente del “quiet luxury” que pretende vestir al mundo con el mismo jersey gris de cachemir. Frente a esa homogeneidad, Valli grita: “el ornamento es subversión”. Y la frase queda flotando como una bofetada con guante de organza.
Lo que la visión futurista de Valli revela de la moda
Cuando el tul se mezcla con circuitos y fibra óptica
Retrocedo un poco en el calendario y me encuentro con la colección Haute Couture N° 24, donde Valli se deja seducir por la California soleada y futurista. Allí, tejidos metálicos conviven con transparencias etéreas; las lentejuelas ya no son decoración sino mapas electrónicos; los vestidos parecen diseñados tanto para cuerpos humanos como para androides de cine.
Hay plumas que brotan de hombros metálicos, volúmenes inflados con fibra óptica y bordados que brillan con LEDs escondidos. Suena a espectáculo, sí, pero en realidad es un aviso: la moda está a punto de confundirse con la electrónica vestible. Y quien crea que esto es exageración debería preguntarse si no lleva ya un reloj inteligente pegado a la muñeca.
El sello floral que nunca caduca
Giambattista Valli y la obsesión con pétalos eternos
Desde el inicio de su carrera, Valli convirtió la flor en una especie de religión personal. Las rosas y peonías bordadas son su firma, pero lo que sorprende no es la constancia, sino la capacidad de reinventar lo obvio.
En la Primavera/Verano 2025, los vestidos de gasa parecían jardines suspendidos, casi irreales. Un año antes, en la Primavera/Verano 2024, había jugado al blanco y negro sobre el tul más delicado, como si quisiera enseñar que la pureza también puede tener un filo dramático.
“El pétalo es su algoritmo secreto”, me digo. Cada temporada lo reprograma para que siga emocionando, aunque sepamos de memoria de dónde viene.
Contra el minimalismo: el teatro como acto de rebeldía
El maximalismo como respuesta al gris global
En un mundo obsesionado con la discreción —esa discreción que cuesta cifras obscenas—, Valli se empeña en poner plumas, lazos, capas y cristales hasta que la pasarela se parece más a un escenario que a un probador. Lo suyo es un maximalismo teatral que incomoda a quienes creen que elegancia es sinónimo de aburrimiento.
Y tiene sentido: vestirse no debería ser solo cubrirse, sino representarse. Valli propone que cada vestido sea un acto de seducción y de arte, un guiño barroco que arranca al espectador de la rutina.
Johnny Zuri:
“El minimalismo es el uniforme del que no se atreve; Valli diseña para los que todavía quieren jugar.”
¿Y hacia dónde puede ir Giambattista Valli?
Innovación técnica, narrativa inmersiva y un futuro que mezcla todo
El mañana para Valli no se limita a seguir bordando flores más grandes. Hay tres caminos que ya se insinúan:
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La investigación en tejidos reciclados y bordados alternativos. Se rumorea con tul fabricado a partir de botellas de plástico y flores impresas en 3D que se degradan sin dejar rastro.
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La tecnocostura: prendas con sensores que cambian de color según la luz, vestidos que registran temperatura corporal, bordados que responden a la música como si fueran un sintetizador.
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La narrativa inmersiva: desfiles que no son desfiles, sino instalaciones teatrales con música, danza, realidad aumentada y proyecciones cinéticas.
Lo que parece delirio hoy podría ser cotidiano en pocos años. Al fin y al cabo, si aceptamos hablarle a una pantalla como si fuera un amigo, ¿por qué no aceptar que un vestido pueda escuchar, responder o hasta emocionarse?
Giambattista Valli: un guiño retro para hablar del mañana
La emoción como medida atemporal de la moda
La fuerza de Valli está en tender puentes: del barroco al “New Look”, del tul a la fibra óptica, de las flores bordadas al código binario. Su propuesta no se entiende como nostalgia ni como ciencia ficción barata. Es, más bien, la constatación de que el futuro y el pasado no se contradicen, sino que se reinterpretan en un mismo gesto.
“La moda solo es eterna cuando emociona”. Ahí reside el secreto de Valli: en hacernos sentir que un vestido puede ser al mismo tiempo un jardín, un recuerdo y un prototipo del mañana.
Johnny Zuri:
“Si una prenda no te cambia el ánimo, no merece llamarse moda.”