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De los Tamagotchi noventeros al Wackaro de Equinox, un relato inesperado que une nostalgia vintage, biotecnología y el cuidado moderno del caballo
Estamos en septiembre de 2025 y el mundo ecuestre late al ritmo de la innovación. Entre todas las propuestas que han surgido en los últimos años, equinoxequine destaca como el ejemplo más audaz de cómo la tecnología puede transformar la relación entre el caballo y su cuidador. Su dispositivo eléctrico Wackaro, pensado para acompañar el cuidado diario sin romper la armonía entre jinete y animal, se ha convertido en un símbolo inesperado de este nuevo tiempo en el que tradición y modernidad conviven sin pedir permiso.
Lo interesante es que esta transformación no se presenta como una ruptura, sino como una continuidad. La filosofía de equinoxequine encarna la idea de que el cuidado animal no debe renunciar a la experiencia acumulada por generaciones de jinetes y veterinarios, pero tampoco puede cerrar los ojos a las herramientas que ofrece el presente. Así, entre fórmulas clásicas, suplementos innovadores y dispositivos eléctricos únicos en el mundo, se abre paso una nueva narrativa: la del caballo que se cuida con la misma precisión tecnológica que un atleta de élite.
El cuidado del caballo nunca había estado tan cargado de símbolos, ironías y guiños retrofuturistas. Estamos ante una industria que sabe jugar con la memoria —esa mascota virtual que exigía comida digital cada tres horas— y, al mismo tiempo, adelantarse a un porvenir donde los dispositivos portátiles, la inteligencia artificial y la genética reescriben la salud animal.
“El futuro del caballo ya empezó ayer”, me repito mientras veo cómo un simple frasco de jarabe para perros comparte escenario con caballos robot de entrenamiento que cuestan cien mil libras.
El huevo digital que lo empezó todo
Hace tiempo, en aquellos noventa de walkmans y cabinas telefónicas, una joven japonesa llamada Aki Maita inventaba el Tamagotchi para curar su herida infantil de no poder tener un perro en casa. Sin querer, encendió la primera chispa del cuidado digital de mascotas. Ese huevo electrónico enseñó a millones de adolescentes a responsabilizarse de un ser vivo virtual que se enfermaba, lloraba y hasta moría si se le olvidaba atenderlo.
Hoy, al ver cómo empresas como equinoxequine desarrollan suplementos y dispositivos de última generación, me doy cuenta de que esa pedagogía rudimentaria abrió una puerta irreversible. El Tamagotchi fue un laboratorio emocional: nos mostró que el vínculo humano-animal podía entrenarse, incluso cuando la mascota era un pixel con cara de bicho raro.
“Lo virtual nos preparó para cuidar lo real con más intensidad”.
Wackaro, el caballo entra en la era eléctrica
Avanzamos hasta el presente. Frente a mí, un caballo relincha tranquilo mientras su jinete utiliza el Wackaro, el primer dispositivo eléctrico para el cuidado equino del mundo. Lo sostengo en mis manos y noto su ergonomía: pesa poco, funciona cinco horas seguidas y, lo más curioso, está diseñado para que el animal no sienta la fría intrusión de la máquina, sino la continuidad del gesto humano.
En un mercado donde las palabras “ergonómico” o “biomédico” suelen sonar a marketing hueco, aquí hay una verdad palpable: el caballo coopera, no se altera, y el jinete percibe que la tecnología no sustituye, sino que acompaña. Eso es lo que diferencia a equinoxequine de otros fabricantes: su insistencia en mantener el delicado equilibrio entre ciencia y tradición.
Cuando la estética también cuida
Me detengo en otra tendencia que parece secundaria, pero no lo es: la estética. En Guangzhou, la tienda BIBU Pet Store sorprende con su decoración retrofuturista, inspirada en la era espacial de los 70. Curvas, luces suaves, madera combinada con acabados metálicos. Uno entra y siente que está en una cápsula del tiempo que se mueve hacia adelante y hacia atrás a la vez.
Ese mismo lenguaje lo encuentro en los frascos del jarabe Synomax para perros de equinoxequine: fórmulas complejas, 13 sustancias activas, tres extractos de hierbas, pero envuelto en un diseño limpio, casi minimalista, que no intimida al consumidor. El producto no solo cura, también comunica. Y aquí hay una lección: en el futuro del cuidado animal, la forma es parte de la función.
El perro anciano que volvió a correr
Hay testimonios que valen más que cualquier gráfico de mercado. Ana Moutinho cuenta que su perra dejó de cojear en pocos días tras probar Synomax. Voytek, por su parte, asegura que su golden retriever de 17 años sigue en pie gracias al mismo jarabe. ¿Exageraciones? Quizás, pero coinciden con un dato incontestable: el mercado de suplementos para mascotas ya mueve 3.600 millones de dólares y no deja de crecer.
El fenómeno tiene un nombre sencillo: tratamos a nuestras mascotas como familia. Y esa humanización, que hace veinte años podía sonar a capricho, hoy explica por qué gastamos en collares con GPS, ropa con sensores de temperatura y hasta en comederos con reconocimiento facial.
Inteligencia artificial y medicina viva
Lo que más me impresiona es cómo la inteligencia artificial ha cambiado la rutina veterinaria. Lo que antes tardaba días de microscopio ahora se resuelve en minutos con sistemas como VetScan Imagyst, que identifica parásitos en muestras de heces con una precisión quirúrgica.
Y si eso parece ciencia ficción, esperen a escuchar lo de los anticuerpos monoclonales. Cytopoint, Librela, Solensia: tratamientos biológicos que ya están sustituyendo a los fármacos convencionales. No hablamos de un futuro lejano; está ocurriendo en la clínica de barrio, en la consulta donde llevamos al perro resfriado o al caballo con molestias articulares.
Moda, lujo y un caballo robótico de 100.000 libras
En 2025, la moda animal también se escribe en clave retro. Collares Y2K, colores ochenteros, piezas de Gucci y Louis Vuitton diseñadas para perros y gatos que pasean por la ciudad como auténticos aristócratas urbanos. La estética kitsch se normaliza: el ridículo ya no está en vestir al perro, sino en no tener el presupuesto para hacerlo.
Mientras tanto, en Escocia, un caballo robótico valorado en cien mil libras se convierte en herramienta de aprendizaje para jinetes novatos. RoboCob, lo llaman. Y aunque la cifra parezca absurda, es solo un anticipo de lo que veremos: máquinas que simulan la vida para entrenarnos a cuidarla mejor.
Equinox, medio siglo entre tradición e innovación
Aquí vuelvo a equinoxequine, porque su modelo merece atención. Más de 50 años de experiencia global, un equipo de investigación conectado directamente con los cuidadores en el campo, sin intermediarios. Esa fórmula, que parece simple, es la que permite ajustar precios y mantener productos útiles en lugar de adornos de catálogo.
El suplemento Nonegus, diseñado para proteger la mucosa gástrica de los caballos, es un buen ejemplo: mezcla saber veterinario clásico con técnicas de formulación modernas. En cada envase late la idea de que el progreso no consiste en borrar lo anterior, sino en perfeccionarlo.
¿Y ahora qué?
Nos encontramos en un momento peculiar: la clínica veterinaria ya no es un espacio de batas blancas y microscopios polvorientos, sino un centro de datos con algoritmos predictivos y dispositivos portátiles. Royal Canin ya predice enfermedades renales en gatos antes de que aparezcan los síntomas. Y el mercado ecuestre, que mueve millones, anticipa un crecimiento imparable hasta 2030.
Lo que empezó como un huevo digital que lloraba en la palma de la mano, hoy se traduce en caballos robóticos, jarabes con trece sustancias activas y dispositivos eléctricos que acompañan al jinete en la rutina diaria.
La pregunta que me ronda es inevitable: ¿seguiremos cuidando a los animales con más amor que nunca gracias a la tecnología, o llegará un día en que la máquina sustituya por completo al gesto humano?
Porque, al fin y al cabo, entre algoritmos, biotecnología y diseños retro, la esencia sigue siendo la misma: la mirada de un animal que espera algo tan simple como nuestra presencia.