El deseo y la innovación caminan juntos en el mundo del SEX TECH ¿Puede el SEX TECH cambiar la intimidad para siempre?
Es una tarde cálida de algún verano que no necesita fecha precisa, en una ciudad costera que huele a sal y a perfume caro. Estoy frente a una vidriera que mezcla encajes con pantallas LED, donde un maniquí luce un sujetador que, según el cartel, “aprende de ti”. SEX TECH no es aquí una palabra fría ni técnica, sino un susurro que mezcla curiosidad con promesas. Entro. Lo que parecía una simple sex shop es, en realidad, un laboratorio de futuro con alma de boutique retro.
Origen: I Had The Best Sexual Adventure On My Vacation — Part 6
Me recibe un aroma a vainilla y cuero, un contraste que recuerda que el placer siempre ha vivido entre lo sofisticado y lo salvaje. Daniel, que camina a mi lado, no pierde detalle: examina una lencería roja que parece salida de un cabaret de los años treinta, pero que esconde sensores capaces de registrar temperatura y ritmo cardíaco. ¿Magia? No. Ciencia aplicada a la seducción. En este instante entiendo que no estoy comprando un objeto, sino entrando en un capítulo vivo de la historia de la intimidad humana.
«El deseo siempre encuentra la forma de modernizarse».
El mercado lo sabe. El sector global de juguetes sexuales ya mueve más de 17 mil millones de dólares y va camino de duplicar su valor en menos de una década. En España, las ventas online crecen un 40% y, aunque la discreción sigue siendo ley —el 92% exige empaquetado anónimo—, el escaparate digital ha quitado pudor a millones de compradores.
En el rincón izquierdo de la tienda, la lencería se expone como joyería. Lencería inteligente: tejidos que regulan la humedad, encajes que responden al calor del cuerpo, cierres magnéticos que parecen inventados para una película de espías. Triumph incluso ha lanzado prendas con ingeniería 4D que se ajustan a los cambios de forma como si fueran memoria líquida. Victoria’s Secret, siempre rápida para abrazar la tendencia, se alía con Google Cloud para crear probadores virtuales que simulan la caída exacta de la tela sobre tu piel.
El sector SEX TECH en sí mismo es un animal de otro calibre. Valorado en 37 mil millones de dólares, crece a un ritmo vertiginoso del 16,8% anual. Lo que antes eran simples vibradores ahora son dispositivos con inteligencia artificial, control remoto por aplicaciones y conectividad Bluetooth que convierten la experiencia en algo interactivo y, a veces, tan preciso que asusta. Un masturbador que sincroniza sus movimientos con una película no es ya un chiste de sobremesa: es un producto que existe y se vende.
LELO, pionera sueca, ha sabido jugar entre el diseño minimalista y la ingeniería sofisticada. El Sona, con ondas sónicas para estimulación sin contacto, o el F1S, que mezcla vibración y sonido, son casi piezas de colección. Y, sin embargo, en medio de tanto futuro, el pasado se cuela con fuerza: formas, colores y texturas vintage regresan como un refugio emocional ante la hiperconectividad. Hay dildos que imitan la estética de los años 70, embalajes que parecen sacados de una farmacia de 1955 y colores apagados que contrastan con la avalancha de neones del mundo digital.
«El futuro necesita del pasado para no volverse insoportable».
Los grandes nombres del placer —Lovehoney, Doc Johnson, BMS Factory— no solo fabrican juguetes: construyen universos. Lovehoney, nacida de una fusión reciente, ha creado desde el primer vibrador en forma de “c” hasta un cabezal de ducha que estimula el clítoris. Sí, el placer también se inventa bajo el agua.
Y si todo esto parece futurista, espera a ver lo que viene: realidad virtual y aumentada para encuentros a distancia, robots con IA que imitan conversaciones y gestos humanos, e incluso aplicaciones que permiten controlar a kilómetros de distancia los juguetes de otra persona. Hoy son nicho; mañana, puede que rutina.
La escena vuelve a la tienda. Daniel ha elegido finalmente un conjunto negro con detalles rojos. Lo sostiene como si fuera un trofeo y no un pedazo de tela. Yo pienso en lo que representa: sensualidad atemporal, pero con microchips invisibles esperando para adaptarse a la temperatura de la piel. Este cruce entre lo primitivo y lo digital es más que una moda: es un espejo de cómo vivimos, deseamos y nos relacionamos.
En el escaparate de salida, un cartel reza: “Tu cuerpo es el hardware, tu mente el software”. Puede sonar a slogan barato, pero aquí, entre hilos y circuitos, parece una verdad inevitable. Porque lo que comenzó como una visita casual a una tienda erótica es, en realidad, un vistazo al porvenir de la intimidad humana.
La pregunta que me llevo en la cabeza al salir no es si el SEX TECH dominará el futuro. Es si nosotros estaremos preparados para manejar tanto deseo y tanta precisión sin perder la chispa que nos ha movido desde que éramos humanos.