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¿Está la terminalización electrónica robando nuestra libertad digital? La terminalización electrónica es el futuro disfrazado de pasado retro
Estamos en el año 2025 en el planeta Tierra, rodeados de pantallas negras que parecen idénticas entre sí, como si toda la imaginación del diseño industrial hubiera sido secuestrada y guardada en un cajón polvoriento. Hablo de TERMINALIZACIÓN ELECTRÓNICA, esa extraña paradoja tecnológica en la que hemos caído: cuanto más modernos se vuelven nuestros dispositivos, más se parecen a los viejos terminales tontos que solo servían para conectarse a un servidor central. Un déjà vu disfrazado de progreso.
Recuerdo cuando abrir un catálogo de electrónica era como entrar en un templo secreto. Allí estaba todo: grabadoras que parecían naves espaciales, cámaras con personalidad propia, equipos de sonido que eran casi esculturas. Hoy, en cambio, todo cabe en un rectángulo negro que depende de Internet para no convertirse en un pisapapeles de lujo. Y lo peor es que la terminalización electrónica nos está robando algo más profundo que la estética: nos arrebata el control sobre nuestras propias máquinas.
Origen: The Terminal Demise Of Consumer Electronics Through Subscription Services
«No compramos dispositivos, alquilamos funcionalidades.» Esa es la gran trampa. Apaga el WiFi y descubre lo inútil que puede ser tu flamante televisor inteligente, tu consola de última generación o incluso tu móvil. Juegos bloqueados, música silenciada, programas que se niegan a abrirse sin antes pedirte una suscripción. La lógica de los servicios de suscripción lo impregna todo: una forma elegante de atarnos a pagos recurrentes y borrar la ilusión de propiedad.
terminales modernos con alma vintage
Lo irónico es que hemos vuelto al modelo de “time-sharing” de los años setenta, pero esta vez no por necesidad técnica sino por un diseño comercial calculado. Y ahí aparece el eco de los viejos terminales como el VT100, que hoy parece un abuelo simpático frente a la dependencia sofocante de los dispositivos inteligentes. Los rectángulos negros que nos rodean se sienten como jaulas brillantes.
Cuando pienso en esta estética desangelada, recuerdo cómo los fabricantes han eliminado botones, puertos, funcionalidades enteras con el pretexto de la simplicidad. En realidad, se trata de control. Se nos vende como progreso lo que en el fondo es amputación. Y sin embargo, la nostalgia no es solo estética: es también política de usuario.
el derecho a reparar frente a la obsolescencia programada
La pregunta inevitable es: ¿qué pasará con el derecho a reparar en esta era de terminalización? Hace tiempo que Francia declaró la obsolescencia programada como delito y multó a Apple con 25 millones de euros por ralentizar deliberadamente sus iPhones (Apple multada en Francia). La Unión Europea dio un paso más con su Directiva de Derecho a Reparación, obligando a los fabricantes a ofrecer piezas y soporte durante años.
No es casualidad que iniciativas como la Framework Laptop estén ganando adeptos. Un portátil modular, reparable, casi poético en su resistencia a la cultura del usar y tirar. Allí donde los gigantes de la tecnología ven negocio en cerrar, otros ven fuerza en abrir.
«La resistencia será con soldador, cables y manual en mano, no desde la nube.»
la vuelta inesperada a los medios físicos
Mientras tanto, algo extraño sucede: los medios físicos regresan. El vinilo lleva años superando al CD, y las ventas crecieron un 17% en 2024 según la RIAA. Lo mismo ocurre con el Blu-ray 4K UHD, impulsado por sellos como Arrow Films, que ofrecen restauraciones de cine imposibles de replicar en streaming (Boutique Blu-ray en auge).
Christopher Nolan, después de “Oppenheimer”, animó a comprar copias físicas: “para que ningún servicio de streaming malvado pueda venir a robártela”. Una frase que encierra una verdad incómoda: en la nube no posees nada, solo alquilas acceso. El retorno del casete, de las ediciones especiales, del coleccionismo tangible es también un acto de resistencia frente a la terminalización electrónica.
descentralización contra el monopolio del cloud computing
Otra respuesta se cocina en el mundo de la descentralización tecnológica. Tim Berners-Lee propone el protocolo Solid, que devuelve a cada persona el control de sus datos mediante Pods individuales. Y el IPFS construye un internet alternativo donde los archivos se identifican por contenido, no por ubicación.
El cloud computing nos ha hecho dependientes, pero el edge computing empieza a plantarle cara: procesar datos localmente reduce la latencia de 100ms a apenas 10. Amazon y Microsoft ya invierten en esta tendencia híbrida (AWS Wavelength, Azure IoT Edge). Quizás el futuro no sea la nube infinita, sino un archipiélago de pequeñas islas digitales.
el inesperado regreso de la computación analógica
Y cuando parecía que todo se resumía a dígitos binarios, la computación analógica reaparece como un fantasma del pasado. El Telefunken RA 770, construido en 1971, está en un museo alemán, recordándonos que los cálculos no siempre necesitaron bits (Telefunken RA 770). Ahora, chips analógicos modernos procesan datos “in-memory”, consumiendo menos energía justo cuando los centros de datos amenazan con devorar medio planeta.
«Lo viejo vuelve a ser nuevo, pero con la sabiduría de haber envejecido.»
risc-v y el hardware sin cadenas
La terminalización electrónica también tiene un contraataque desde el hardware abierto. La arquitectura RISC-V elimina licencias y democratiza el diseño de procesadores. Universidades y makers ya fabrican chips personalizados, y proyectos como Tiny Tapeout permiten a cualquiera crear su propio CPU. Un golpe directo al monopolio de ARM y x86.
el minimalismo digital como refugio
Pero no todo pasa por cables y soldadores. También existe un movimiento de minimalismo tecnológico. Cada vez más jóvenes cambian smartphones por “dumbphones” básicos, como el caso de Robin West en Londres, que se siente más libre con un móvil de ocho libras. Empresas como Light Phone o Punkt diseñan dispositivos que renuncian deliberadamente a redes sociales, feeds infinitos y aplicaciones.
El filósofo Cal Newport bautizó este fenómeno como minimalismo digital. Y no es casualidad que los dispositivos de propósito único, como las cámaras analógicas o reproductores de música dedicados, estén regresando con fuerza (Digital minimalism). Es otra forma de decir basta a la terminalización electrónica: elegir herramientas que no te dominen.
comunidades retro contra el olvido
En paralelo, los festivales de retro tech florecen como jardines secretos. En Berlín, Cambridge o Australia, miles de entusiastas celebran máquinas como el Commodore 128D o el BBC Master (Vintage Computing Festival). No es pura nostalgia: es estudio, es arqueología tecnológica, es rescatar paradigmas olvidados que tal vez sean el mapa hacia un futuro diferente.
El movimiento maker, con kits como el RC2014 basado en el Z80, permite construir ordenadores desde cero. Y en esa experiencia artesanal hay más libertad que en cualquier smartphone de última generación.
¿qué futuro nos espera entre cables y nubes?
La terminalización electrónica no es inevitable, aunque lo parezca. Entre el derecho a reparar, el renacer de los medios físicos, la descentralización y el minimalismo digital, surge un horizonte híbrido: ni puramente retro ni completamente digital, sino una mezcla de independencia analógica y conveniencia moderna.
Framework ya anunció un Laptop 12 modular en cinco colores, como si quisiera recordarnos que la diversidad tecnológica aún es posible. Quizás, dentro de unos años, mirar atrás a esta etapa de rectángulos negros conectados nos parezca tan ridículo como los pantalones de campana o los disquetes de 5¼.
La verdadera pregunta es: ¿seguiremos aceptando alquilar funciones envueltas en plástico brillante o aprenderemos, de nuevo, a poseer nuestras herramientas? ¿La terminalización electrónica será recordada como la edad oscura de la tecnología o como el punto de inflexión que nos obligó a reclamar nuestra autonomía?
Porque, al final, quizá la libertad no se pierda en un apagón masivo de servidores, sino en ese instante en que olvidamos cómo encender un dispositivo sin pedirle permiso a la nube.