XERXES. INTRODUCCIÓN

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El planeta Xerxes se pintaba de colores cada vez que el sol comenzaba a ocultarse. Desde el único apartamento en su superficie, la vista del atardecer era un lienzo de luces etéreas que capturaban el alma. En medio de este espectáculo cósmico, Aidan, el único habitante de Xerxes, se preparaba para su hora favorita del día.

XERXES. INTRODUCCIÓN 1

Los recuerdos de su infancia en la Tierra parecían distantes, desvanecidos por la monotonía del silencio de Xerxes. Su vida aquí estaba marcada por la soledad, excepto durante esa hora al atardecer.

Mientras la sombra de la noche empezaba a engullir el planeta, un destello de luz atravesaba el cielo estrellado. El brillo desaparecía rápidamente, dejando una estela que se perdía en la oscuridad. Era la señal de que Elara estaba llegando.

Elara, que vivía en la Tierra, tenía una vida plena. Trabajaba como astrobióloga, una profesión que le permitió descubrir y conectarse con Aidan. Su vida allí estaba llena de ruido y gente, pero nada se comparaba con la tranquilidad que encontraba en Xerxes. Estaba enamorada de Aidan y de ese planeta diminuto, tanto que viajaba todos los días a través de la vastedad del espacio para compartir una hora con él.

Para Elara, era amor. Para Aidan, era su vida entera. Esperaba todo el día esa hora, esperaba a Elara. Su risa, su calor, su compañía. La soledad de Xerxes se volvía insoportable sin ella. Pero durante esa hora, el pequeño planeta se sentía más hogareño que cualquier lugar en el universo. La primera vez que Elara oyó hablar de Aidan fue durante una reunión en el Centro Espacial. Un planeta hasta entonces deshabitado, Xerxes, había comenzado a emitir señales de vida. Se le encomendó a Elara la tarea de investigar el origen de estas señales, algo que la entusiasmó. Amaba los misterios y este era uno que no podía dejar pasar.

A medida que analizaba los datos, notó un patrón. Las señales se emitían regularmente a la misma hora cada día. Era como si alguien o algo las estuviera enviando intencionalmente. Después de meses de investigación, finalmente descifró el mensaje: “Hola. Soy Aidan. Estoy solo.”

La primera vez que Aidan vio a Elara fue en su pantalla holográfica. Ella apareció como una mancha de colores al principio, pero luego su rostro se volvió más claro. Sus ojos eran tan brillantes como las estrellas que él observaba todas las noches. “Hola Aidan,” dijo, “soy Elara. No estás solo.”

Aidan había sido enviado a Xerxes cuando era un niño como parte de un experimento de colonización fallido. Después de un accidente catastrófico, él fue el único superviviente. Los equipos de rescate nunca llegaron y, con el tiempo, se dio por perdido. Había enviado mensajes todos los días desde que aprendió a operar el equipo de comunicación, pero nunca obtuvo respuesta, hasta ahora.

Elara comenzó a visitar a Aidan, primero por curiosidad científica, luego por una creciente conexión emocional. Ambos encontraron en el otro un entendimiento que nunca habían conocido. El amor que creció entre ellos era un producto de la soledad de Aidan y el anhelo de Elara por la exploración y el descubrimiento. Y a pesar de la vasta distancia entre la Tierra y Xerxes, a pesar de la desolación del diminuto planeta, a pesar de tener solo una hora al día para estar juntos, descubrieron que su amor era tan inmenso como el propio universo.

CAPITULO 1. UN ATARDECER EN XERXES

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